Elsewhere by Male Uribe Forés

‘The house shelters daydreaming, the house protects the dreamer, the house allows one to dream in peace (…) The values that belong to daydreaming mark humanity in its depths (…) the places in which we have experienced daydreaming reconstitute themselves in a new daydream, and it is because our memories of former dwelling-places are relived as daydreams that these dwelling-places of the past remain in us for all time.’
–Bachelard, The Poetics of Space

Hace unos meses empecé a tener un sueño recurrente, o más bien, una locación recurrente. Mientras duermo o voy en el bus, mi cabeza me transporta fugazmente a una casa de mi infancia, a lo que Bachelard describe como ‘la inmensidad del espacio íntimo’ del sueño y el daydreaming. A ese lugar lejano que pertenece a mi pasado más íntimo, a mi centro familiar, al resguardo más preciado de mi memoria, a ese entorno que estuvo siempre ligado al descanso y la reflexión. Me acuerdo de los sonidos de la casa, del ruido de la puerta pesada de madera, del olor a humedad, de la piedra gris y fría, y los cielos de pino con infinitas caras imaginarias. Ensueños de este tipo no sólo pueden transportarnos a un espacio físico Euclidiano, sino a un lugar con una identidad y atmósfera determinadas por múltiples relaciones tanto materiales como intangibles. De alguna manera, la fuerza de nuestros recuerdos está inextricablemente contenida por las superficies materiales que en el pasado contenían ese momento y lugar. Las superficies arquitectónicas que nos rodean son parte de nuestra historia y nuestra identidad, están cargadas de significados adheridos a un contexto geográfico, local, relacional y espiritual: Nos hablan desde el pasado y pueden transportarnos a otros espacios distintos al local: elsewhere. De la misma manera, las superficies que nos rodean tienen un poder performático; al mismo tiempo que nos afectan física y emocionalmente, develan otras capas de información de carácter social e incluso político que hablan del ser humano como individuo y fuerza colectiva. Nuestra identidad encuentra forma en los interiores que habitamos.  

Desde esta perspectiva, parte de mi actual proyecto artístico se enfoca en interpretar las superficies materiales como agentes activos, como elementos que pueden encontrar una enorme riqueza tanto en el arte y el habitar; como mediums (medio que opera entre mundos y que está por lo tanto conectado a lo supernatural).

Como parte de mi investigación en la Royal College of Art, estoy constantemente experimentando con materiales, creando pequeñas y grandes superficies para documentar cómo nos relacionamos con ellas, qué vemos y qué sentimos. Por lo mismo, me he obligado a escapar de mi zona de confort, de mi obsesión visual con patrones regulares, con el op-art que cualquier arquitecto ama. Si bien importante parte de mi trabajo son experimentaciones geométricas, para entender el poder de inmersión de la superficies materiales, tuve que transgredir el ‘finish fetish’ y explorar de qué otras maneras lo materiales nos hablan y nos afectan desde lo mundano.

La actual exhibición de Rachael Whiteread en el Tate Britain de Londres es una excelente plataforma para analizar nuestras relaciones íntimas con superficies desde la esfera doméstica y cotidiana. El vacío interior de una casa petrificado en hormigón, un guatero de resina, un colchón de yeso, una ventana de goma opaca… Todos los objetos de la exhibición son elementos cotidianos de nuestros espacios domésticos, sin embargo materializados en versiones excepcionales; despojados de su origen material y transmutados a un nueva condición de superficie. Rachel Whiteread manipula e invierte las superficies del espacio y los objetos para transformarlos en una nueva que devela puramente la forma y los rastros del uso y del tiempo. Ya sea moldeando espacios negativos como superficie espacial (o espacio olvidado), o replicando un objeto macizo en un material ajeno a su uso, los objetos son aislados hasta su máxima abstracción, revelando información que extrañamente entendemos sólo a través de esa poética acción. Whiteread nos hace re-imaginar nuestro entorno doméstico como objeto artístico, poniendo en mirada crítica y reflexiva nuestra íntima relación con nuestros espacios interiores. Estas nuevas superficies son ahora mediums que más allá de su localidad física, articulan nuevas relaciones que viajan entre distintas escalas del tiempo y espacio, entre materia y memoria, entre nuestra locación y el ensueño.

‘Daydream undoubtedly feeds on all kinds of sights, but through a sort of natural inclination, it contemplates grandeur. And this contemplation produces an attitude that is so special, an inner state that is so unlike any other, that the daydream transports the dreamer outside the immediate world to a world that bears the mark of infinity. (…) Daydreaming, from the very first second, is an entirely constituted state. We do not see it start, and yet it always starts the same way, that is, it flees the object nearby and right away it is far off, elsewhere, in the space of elsewhere.’
–Bachelard, The Poetics of Space

Las fantasías materiales de Whiteread resonaron particularmente en mi cabeza en relación a mis sueños de infancia, a mi obsesión con esa casa como resguardo inconsciente, con la necesidad de transformar la memoria de la domesticidad en objeto artístico. Tal com plantea Bachelard, la casa es nuestra primera conexión con el entorno físico, por ende la cotidianidad e intimidad inherentes del espacio doméstico serán por siempre un puente a estados de contemplación.

Los materiales reaccionan; se expanden, se quiebran, se mueven y envejecen. Esas expresiones quedan impregnadas en los moldes de Rachel Whiteread, develando el poder activo de los materiales, el ‘thing-power’ del que habla Jane Bennet; el poder de los objetos por cautivarnos, afectarnos, atraernos o repelernos. Este entendimiento y estudio del mundo material ha implicado una meticulosa investigación en mi trabajo que transgrede las fascinaciones visuales de la época de fabricación digital.

Qué tan seguido miramos realmente las superficies que nos rodean? Pequeños detalles, texturas, sombras y otros gestos pueden alterar completamente la atmósfera de un lugar, aún más en nuestros espacios interiores, delineados y contenidos por estas mismas superficies. Las relaciones materiales que nos rodean han sido estudiadas desde distintas perspectivas del diseño, el arte y la arquitectura, pero es en corrientes de la filosofía contemporánea estudiadas por increíbles teóricas feministas en donde encuentro las grandes referencias que informan mi trabajo creativo. Desde aquí, he encontrado también una hermosa relación entre la performance de la superficie, la identidad, el arte y la figura femenina en el espacio interior.

Este poder activo de los materiales también puede ilustrarse en el otro extremo a través de la abstracción, como en el caso de la reciente muestra de Ann Veronica Janssens en la White Cube Gallery. En contraste con las superficies de Whiteread cargadas de historias y convenciones culturales, Ann Veronica utiliza los materiales como mínimas intervenciones abstractas en el espacio físico, excepcionalmente bien compuestos, y capaces de articular relaciones visuales y fenomenológicas que nuevamente, transgreden la localidad de la obra y transforman la galería en un nuevo lugar. En esta exhibición el espacio es una construcción poética, que como los ensueños de Bachelard, nacen en el objeto y terminan en un lejano espacio de contemplación abstracta. La obra Californian Blinds #2 (en la foto) es la única pieza que evoca directamente una superficie doméstica; la cortina. Cubierta en una capa dorada, crea reflexiones que transforman a la cortina en la ventana, en la fuente de luz.

Personalmente, lo que me interesa de su trabajo no son esas composiciones abstractas perfectas de manera aislada. Si bien, gracias a una excepcional manufactura -ajena a la fabricación digital- y al exhaustivo conocimiento de los materiales, es que el espacio llega a tener tal alto impacto estético (nada más triste que una pieza de este tipo mal lograda); como objetos escultóricos individuales me parecerían irrelevantes piezas de ‘finish fetish’, o réplicas de las ya famosas obras de Larry Bell o Robert Irwin que plantearon estas ideas ya en los años 70s. El interés de esta muestra artística está en la relación activa que los materiales y la luz generan entre sí con las perfectas y minimalistas superficies de la galería White Cube; como una curatoría espacial, una atmósfera. Por alguna razón -que pertence a la intensidad sensorial y emocional de la obra- Janssens logra transgredir las obsesiones visuales contemporáneas de la luz, la transparencia y los materiales sintéticos en el arte. Caminando por la White Cube, esas superficies translúcidas, brillantes y acuosas generan entre sí un espacio transitorio con narrativas casi surreales y fantásticas; cuentan una historia.

‘At times, we think we know ourselves in time, when all we know is a sequence of fixations in the spaces of the being’s stability — a being who does not want to melt away, and who, even in the past, when he sets out in search of things past, wants time to “suspend” its flight. In its countless alveoli space contains compressed time. That is what space is for’
–Bachelard, The Poetics of Space

Las propiedades mágicas y femeninas de esas superficies junto a los brillos cambiantes del polvo en el suelo,  las luces en el muro, y la placa dorada que remata el espacio desde el otro extremo; hacen de la galería una perfecta composición surreal donde todo es transitorio, donde cada superficie es una proyección de nuestra percepción. Donde cada pieza muestra un admirable manejo técnico y una limpieza extrema en el montaje. Donde la abstracción, la geometría y la pureza son producto de un complejo y sensible bagaje artístico. Entendí la obra de Janssens como una composición de superficies con un fin sensorial, un modelo de experiencia espacial. Un espacio que no pertenece a nuestro pasado doméstico, sino a un espacio irreal e imposible al que todos queremos ir; elsewhere.